Palabras del Papa

Intenciones del Papa Francisco por el mes de JUNIO

Intención para la evangelización - La belleza del matrimonio

Recemos por los jóvenes que se preparan para el matrimonio con el apoyo de una comunidad cristiana: para que crezcan en el amor, con generosidad, fidelidad y paciencia.


Recemos por todas las familias!





Intenciones del Papa Francisco por el mes de ABRIL

DERECHOS HUMANOS fundamentales deben ser iguales para todos

Recemos por aquellos que arriesgan sus vidas luchando por los derechos fundamentales en dictaduras, en regímenes autoritarios e incluso en democracias en crisis.











https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-01/mensaje-papa-francisco-29-jornada-mundial-del-enfermo.html

29° Jornada Mundial del Enfermo, Papa Francisco: 
"Dar al que sufre el bálsamo de la cercanía"


El Papa Francisco en la 29° Jornada Mundial del Enfermo que se celebra el 11 de febrero, memoria de la Bienaventurada Virgen María Nuestra Señora de Lourdes, cuyo tema "Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8). La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo"

"Es un momento propicio para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, ya sea en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades" y el Papa dedica un pensamiento especial a "quienes sufren en todo el mundo los efectos de la pandemia del coronavirus", particularmente "a los más pobres y marginados".

El Pontífice puntualiza que ante la condición de necesidad de un hermano o una hermana, Jesús nos muestra un modelo de comportamiento totalmente diferente: "Propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio". 


Por otra parte, el Papa hace hincapié en que la experiencia de la enfermedad "hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad" y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro: "Nuestra condición de criaturas se vuelve aún más nítida y experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios".


La pandemia ha sacado a la luz la insuficiencia de los sistemas sanitarios, que muchas veces no son equitativos. Pero también ha puesto de relieve la entrega y la generosidad de agentes sanitarios, voluntarios, trabajadores/as, sacerdotes, religiosos/as que, con profesionalidad, abnegación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo ayudan, cuidan, consuelan y sirven a tantos enfermos y a sus familiares": "Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana".

 "Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado", exhorta Francisco y concluye encomendando a "María, Madre de misericordia y Salud de los enfermos", a todas las "personas enfermas, los agentes sanitarios y quienes se prodigan al lado de los que sufren".



Febrero

Intención universal  Violencia contra la mujer

Recemos por las mujeres que son víctimas de la violencia, para que sean protegidas por la sociedad y para que su sufrimiento sea considerado y escuchado.



Conoce las intenciones de oración del Papa Francisco para el 2021

El Vaticano ya ha publicado las intenciones de oración del Papa Francisco para el año 2021.

El sacerdote jesuita Frédéric Fornos, director de la Red del Apostolado de la Oración del Papa, señaló en una entrevista que el punto de partida de las intenciones del Papa en 2021 es “la gracia de vivir en plena fraternidad con los hermanos y hermanas de otras religiones”.

“Esta urgente necesidad de hermandad no es nueva, pero es una clave de lectura de las intenciones de oración del Papa. No creo que sea una coincidencia que las intenciones para 2021 comiencen así. La fraternidad, que respeta y valora la diversidad, es el estilo del reino de Dios”, dijo el P. Fornos.

 


Enero

Intención para la evangelización – La fraternidad humana

Que el Señor nos dé la gracia de vivir en plena fraternidad con hermanos y hermanas de otras religiones, rezando unos por otros, abriéndonos a todos.





Intenciones de Diciembre.

Intención de oración por la evangelización  Para una vida de oración. 

Recemos para que nuestra relación personal con Jesucristo se alimente de la Palabra de Dios y de una vida de oración.

Para diciembre de 2020 el Papa Francisco tiene como especial intención de oración que las personas logren "una vida de oración”.

El Santo Padre pide a todos los fieles que recen “para que nuestra relación personal con Jesucristo se alimente de la Palabra de Dios y de una vida de oración”. 

Precisamente, durante la Misa que celebró el domingo 29 de noviembre, Primer Domingo de Adviento, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre propuso a los cristianos que durante el Adviento inviten a Dios a hacerse presente en sus vidas con esta oración: “Ven, Señor Jesús”.

Se trata, explicó el Pontífice, de una oración sencilla que “podemos decirla al principio de cada día y repetirla a menudo, antes de las reuniones, del estudio, del trabajo y de las decisiones que debemos tomar, en los momentos importantes y en los difíciles".

Francisco señaló que mediante esa oración, “Ven, Señor Jesús”, pronunciada cada día, “invocando su cercanía, ejercitaremos nuestra vigilancia”. “Es una pequeña oración, pero nace del corazón. Digámosla, repitámosla en este tiempo de Adviento: ‘Ven, Señor Jesús’”.

En una entrevista al diario del Vaticano, L’Osservatore Romano (LOR), de febrero de 2019, el director de la Red del Apostolado de la Oración del Papa, P. Frédéric Fornos, explicó que en las intenciones de oración del Pontífice “encontramos un eco en los desafíos para el mundo”.

El P. Fornos indicó que el Papa Francisco exhorta a rezar por quienes “se dejan llevar por caminos de muerte, a causa de diversas dependencias: abuso de drogas o de alcohol, uso nocivo de las nuevas tecnologías o pornografía online, con todas sus consecuencias”.



Intenciones del Papa para el mes de NOVIEMBRE

Intención de oración universal La inteligencia artificial

Recemos para que el progreso de la robótica y de la inteligencia artificial esté siempre al servicio del ser humano.


       


 Intención del Papa para el mes de OCTUBRE 2020


Intención de oración por la evangelización :

 La misión de los laicos en la Iglesia


Recemos para que en virtud del bautismo los fieles laicos, en especial las mujeres, participen más

en las instancias de responsabilidad de la Iglesia.






EL SANTO PADRE NOS OFRECE CRITERIOS PARA LA PASTORAL DE LOS MIGRANTES.

Por la jornada mundial del Migrante y Refugiado 2020: programas en YouTube del Vaticano

 
1. Conocer para comprender:

2. Involucrar para promover :



  3.Escuchar para reconciliarse :



4.Acercarse para servir :


5. Colaborar para construir :



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                        Intención del Papa para el mes de SEPTIEMBRE 2020:


Respeto de los recursos del planeta.


Recemos para que los recursos del planeta no sean saqueados, sino que se compartan de manera justa y respetuosa.







MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
PARA LA 106 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2020

[27 de septiembre de 2020]
 
Como Jesucristo, obligados a huir. 
Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos

 
A principios de año, en mi discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, señalé entre los retos del mundo contemporáneo el drama de los desplazados internos: «Las fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las necesidades de los desplazados» (9 enero 2020).

La Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha publicado las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos” (Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2020) un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto.

Por ello, decidí dedicar este Mensaje al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado. De hecho, esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero «este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).

A la luz de los trágicos acontecimientos que han caracterizado el año 2020, extiendo este Mensaje, dedicado a los desplazados internos, a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19.

Quisiera comenzar refiriéndome a la escena que inspiró al papa Pío XII en la redacción de la Constitución Apostólica Exsul Familia(1 agosto 1952). En la huida a Egipto, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de desplazado y refugiado, «marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias» (Ángelus, 29 diciembre 2013). Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido. 

Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, «incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua» (Homilía, 15 febrero 2019). Se trata de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el Mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar. A estos cuatro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.

Es necesario conocer para comprender. El conocimiento es un paso necesario hacia la comprensión del otro. Lo enseña Jesús mismo en el episodio de los discípulos de Emaús: «Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo» (Lc 24,15-16). Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados.

Hay que hacerse prójimo para servir. Parece algo obvio, pero a menudo no lo es. «Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó» (Lc 10,33-34). Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden “acercarnos como prójimos” y servirles con amor. Acercarse al prójimo significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses. Este estar cerca para servir, va más allá del estricto sentido del deber. El ejemplo más grande nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15).

Para reconciliarse se requiere escuchar. Nos lo enseña Dios mismo, que quiso escuchar el gemido de la humanidad con oídos humanos, enviando a su Hijo al mundo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él […] tenga vida eterna» (Jn 3,16-17). El amor, el que reconcilia y salva, empieza por una escucha activa. En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad. Durante el 2020, el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia.

Para crecer hay que compartir. Para la primera comunidad cristiana, la acción de compartir era uno de sus pilares fundamentales: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común» (Hch 4,32). Dios no quiso que los recursos de nuestro planeta beneficiaran únicamente a unos pocos. ¡No, el Señor no quiso esto! Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo. Para crecer realmente, debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos, como ese muchacho que le ofreció a Jesús cinco panes de cebada y dos peces… ¡Y fueron suficientes para cinco mil personas! (cf. Jn 6,1-15).

Se necesita involucrar para promover. Así hizo Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4,1-30). El Señor se acercó, la escuchó, habló a su corazón, para después guiarla hacia la verdad y transformarla en anunciadora de la buena nueva: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?» (v. 29). A veces, el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas. Si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis. Debemos «motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad» (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).

Es indispensable colaborar para construir. Esto es lo que el apóstol san Pablo recomienda a la comunidad de Corinto: «Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir» (1 Co 1,10). La construcción del Reino de Dios es un compromiso común de todos los cristianos y por eso se requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones. Y en el actual contexto, es necesario reiterar que: «Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.

Quisiera concluir con una oración sugerida por el ejemplo de san José, de manera especial cuando se vio obligado a huir a Egipto para salvar al Niño.

Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados.

Concédenos, también a nosotros, experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que, empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino, como refugiados, hacia lugares más seguros.

Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba.

Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino.

Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo, y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar. 

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por intercesión de la Virgen María, a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de mayo de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima.
 
Francisco

 

 

 






Francisco: el constructor de paz hoy, realismo y humanidad

En el prefacio del libro de la Librería Editora Vaticana "Para un conocimiento de la paz", el Papa se dirige en particular a los jóvenes que pretenden especializarse en "Ciencias de la Paz": el gusto por el estudio, dice el Pontífice, debe ir acompañado de un corazón inspirado en el Evangelio, capaz de compartir las esperanzas y las ansiedades de los hombres y mujeres de hoy.

Eugenio Bonanata y Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano

La necesidad de invertir en las jóvenes generaciones para hacer frente al clima de guerra y violencia mutua que caracteriza a la sociedad contemporánea. El Papa Francisco vuelve a subrayar esto en un texto inédito que hace de prefacio en el libro "Para un conocimiento de la paz", la nueva publicación de la Librería Editora Vaticana.

Editado por Gilfredo Marengo - vicepresidente y profesor de Antropología Teológica del Pontificio Instituto Teológico "Juan Pablo II" para las Ciencias del Matrimonio y la Familia - el volumen mira hacia el futuro proporcionando algunos elementos de reflexión. Francisco explica que el objetivo es ayudar a definir los contornos de una figura específica como el trabajador por la paz, recordando su reciente decisión de establecer un ciclo de estudios en Ciencias de la Paz en la Universidad Pontificia de Letrán. "Un buen trabajador por la paz", dice el Pontífice, "debe ser capaz de madurar una mirada al mundo y a la historia que no caiga en un 'exceso de diagnóstico', que no siempre va acompañado de propuestas resolutivas y verdaderamente aplicables". Se trata, observa, de "ir más allá de un enfoque puramente sociológico que tiene la pretensión de abarcar toda la realidad de manera neutra y aséptica", aprendiendo "a estar atento a los signos de los tiempos" para "saber operar un verdadero discernimiento evangélico".

Entre las contribuciones, también se encuentra un documento del Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario de Relaciones con los Estados, y el Cardenal Renato Raffaele Martino, Presidente Emérito del Consejo Pontificio de Justicia y Paz y Presidente Emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes.

El texto completo del Prefacio del Papa Francisco

"El cambio de época que la humanidad está experimentando está conformado por lo que he denominado repetidamente como 'una tercera guerra mundial a pedazos'. Sabemos bien cuánto el miedo a una guerra mundial, capaz de destruir a toda la humanidad, ha marcado nuestro pasado reciente. San Juan XXIII dedicó su última Encíclica, dirigiéndola a todos los hombres de buena voluntad, al tema de la paz. (Carta Enc. Pacem in Terris, 11 de abril de 1963). Y cómo no recordar el sincero llamamiento de San Pablo VI a la Asamblea de las Naciones Unidas: "Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más"…(4 octubre 1965).

Lamentablemente, debemos señalar que hoy en día el mundo sigue inmerso en un clima de guerra y violencia mutua: esta dolorosa realidad no sólo exige que mantengamos vivo el llamamiento a la paz, sino que casi nos obliga a hacernos preguntas decisivas.

¿Por qué en un mundo en el que la globalización ha derribado tantas fronteras, en el que todos -se dice- estamos interconectados, seguimos practicando la violencia en las relaciones entre los individuos y las comunidades?

¿Por qué los que son diferentes a nosotros a menudo nos asustan tanto, como para hacernos asumir un comportamiento de defensa y sospecha que con demasiada frecuencia se convierte en agresión hostil?

¿Por qué los gobiernos de los Estados creen que el despliegue de su fuerza, incluso con actos de guerra, puede darles mayor credibilidad a los ojos de sus ciudadanos y aumentar el consenso del que gozan?

Estas y otras preguntas no pueden ser respondidas de manera general y apresurada. Se necesita un compromiso de estudio, también es necesario invertir en la investigación científica y en la formación de las jóvenes generaciones. Por estas razones consideré necesario establecer en la Pontificia Universidad Lateranense un Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz, basado en la convicción de que la Iglesia está llamada a comprometerse en "la solución de los problemas relativos a la paz, la armonía, el medio ambiente, la defensa de la vida y los derechos humanos y civiles". (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 65).

En tal compromiso "el mundo universitario tiene un papel central, un lugar que simboliza ese humanismo integral que necesita renovarse y enriquecerse continuamente, para que pueda producir la valiente renovación cultural que exige el momento actual". Este desafío también interpela a la Iglesia que, con su red mundial de universidades eclesiásticas, puede "aportar la decisiva contribución de la levadura, la sal y la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia siempre abierta a nuevos escenarios y nuevas propuestas", como recordé recientemente al reformar el sistema de estudios académicos en las instituciones eclesiásticas. (Cf. Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, 2). Esto ciertamente no significa alterar el sentido institucional y las tradiciones consolidadas de nuestras realidades académicas, sino más bien orientar su función en la perspectiva de una Iglesia más marcadamente "en salida" y misionera. De hecho, es posible hacer frente a los desafíos del mundo contemporáneo con una capacidad de respuesta adecuada en cuanto al contenido y compatible en cuanto al lenguaje, en primer lugar dirigiéndose a las nuevas generaciones". (Carta al cardenal De Donatis con motivo del establecimiento del nuevo curso de estudios en "Ciencias de la Paz", 12 de noviembre de 2018).

Este volumen ofrece una primera visión general de algunos de los centros de interés de esta nueva empresa académica. Es necesariamente interdisciplinario y expresa un diálogo fructífero entre la filosofía, la teología, el derecho y la historia. Confío en que una profundización rigurosa de estas líneas de investigación, alimentada también por las aportaciones de las ciencias humanas, fomentará el crecimiento de un "conocimiento de la paz" para formar a pacificadores verdaderamente valiosos, dispuestos a ponerse en juego en los más diversos ámbitos de la vida de nuestras sociedades.

Quisiera subrayar que un buen trabajador por la paz debe ser capaz de madurar una mirada al mundo y a la historia que no caiga en un "exceso de diagnóstico", que no siempre va acompañado de propuestas resolutivas y realmente aplicables". (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 50). Se trata, de hecho, de ir más allá de un enfoque puramente sociológico que pretende abarcar la totalidad de la realidad de manera neutral y aséptica. Quienes deseen convertirse en expertos en Ciencias de la Paz deben aprender a estar atentos a los signos de los tiempos: el gusto por la investigación y el estudio científico debe ir acompañado de un corazón capaz de compartir "las alegrías y las esperanzas, las penas y las angustias de los hombres de hoy" (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, 1) para saber hacer un verdadero discernimiento evangélico.

Realmente necesitamos hombres y mujeres, bien preparados, equipados con todas las herramientas necesarias para leer e interpretar las dinámicas sociales, económicas y políticas de nuestro tiempo. Comprometerse en estos caminos de formación puede ser una ayuda válida para que muchos jóvenes descubran que "la vocación laical es ante todo caridad en la familia y caridad social o política: es un compromiso concreto a partir de la fe para la construcción de una nueva sociedad, es vivir en medio del mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas exigencias, hacer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el mundo". (Postsin. ap. exhortación Christus vivit, 168).

Agradezco al profesor Marengo, que ha editado este volumen, así como a los relatores cuyas aportaciones abren el camino para la maduración de este campo indispensable de la investigación científica, destinado a alimentar prácticas de paz y armonía entre los hombres y los pueblos.

Francisco

Fuente Vatican News.


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MENSAJE DEL PAPA Domingo 16 de Agosto


En la oración del ANGELUS : Aprendamos de la mujer cananea el saber presentar nuestra historia al Señor y decir "¡Señor, si quieres, puedes curarme!" Ella nos enseña el coraje de llevar su historia de dolor ante Dios, ante Jesús; el coraje de tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús", porque "cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia limpia". Una vida marcada por el dolor, sufrimiento: ponerla en las Manos de Dios.





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El Papa Francisco envía Mensaje por el 75º Aniversario de

 Hiroshima y Nagasaki - 6 Agosto 2020

A la excelencia Hidehiko Yuzaki
Gobernador de la Prefectura de Hiroshima
6 de agosto de 2020
Saludo cordialmente a los organizadores y participantes en el septuagésimo quinto aniversario solemne del bombardeo nuclear de Hiroshima en 1945 y, de manera especial, a los hibakusha supervivientes de la tragedia original.
Tuve el privilegio de poder ir en persona a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante mi Visita Apostólica en noviembre del año pasado, que me permitió reflexionar en el Monumento a la Paz de Hiroshima y en el Parque del Hipocentro de Nagasaki sobre la destrucción de la vida humana y la destrucción que se produjo en esas dos ciudades durante esos terribles días de la guerra hace tres cuartos de siglo.

Así como fui a Japón como peregrino de la paz el año pasado, sigo llevando en mi corazón el anhelo de los pueblos de nuestro tiempo, especialmente de los jóvenes, que tienen sed de paz y hacen sacrificios por la paz. Llevo también el grito de los pobres, que siempre están entre las primeras víctimas de la violencia y los conflictos.

Nunca ha estado más claro que, para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra, y especialmente las más poderosas y destructivas: las armas nucleares que pueden paralizar y destruir ciudades enteras, países enteros. Repito lo que dije en Hiroshima el año pasado: "El uso de la energía atómica con fines bélicos es inmoral, así como la posesión de armas nucleares es inmoral" (Discurso en el Memorial de la Paz, 24 de noviembre de 2019).

¡Que las voces proféticas de los sobrevivientes hibakusha de Hiroshima y Nagasaki continúen sirviéndonos de advertencia a nosotros y a las generaciones venideras! A ellos, y a todos los que trabajan por la reconciliación, hacemos nuestras las palabras del salmista: "Por amor a mis hermanos y amigos, digo: ¡Paz sobre ustedes!" (Sal 122:8).

Sobre todos los que conmemoran este solemne aniversario invoco de todo corazón abundantes bendiciones divinas.

Francisco.




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Intención del Papa para el mes de Agosto 2020:

¡ORAR POR EL MUNDO DEL MAR! 


Recemos por todas las personas que trabajan y viven del mar, entre ellos los 
marineros, los  pescadores y sus familias. 

Clic: El video del Papa





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Recordando las mejores imágenes del Papa Francisco en Japón.








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«Cada anciano es tu abuelo»: luchar contra el aislamiento en pandemia

A través de un comunicado, el Dicasterio Vaticano para los Laicos, la Familia y la Vida, lanza una campaña para superar el aislamiento de las personas mayores que tanto sufren la soledad en este tiempo de pandemia, respetando las normas sanitarias y utilizando la fantasía del amor: "¡llámenles por teléfono o por video, escúchenlos!", pide esta iniciativa difundida en Redes Sociales con el hashtag #sendyourhug.

Ciudad del Vaticano

Con el fin de combatir el aislamiento social y la soledad que padecen muchos ancianos en todo el mundo a causa de la pandemia, el Dicasterio Vaticano para los Laicos, la Familia y la Vida lanza la campaña “Cada anciano es tu abuelo” para invitar a los jóvenes de todo el mundo a hacer un gesto de ternura hacia las personas mayores que se sienten solas, porque “¡cada persona mayor sola es tu abuelo y tu abuela y te necesita!”. Una idea inspirada en las palabras del Papa Francisco pronunciadas después del Ángelus del 26 de julio en la Plaza de San Pedro.

 

26/07/2020

El Papa a los jóvenes: cumplan "hoy" un gesto de ternura hacia los ancianos

 

A través de un comunicado, el Dicasterio recuerda que, en estos meses, "muchas conferencias episcopales, asociaciones y fieles, con la fantasía del amor, han encontrado el modo de llevar a las personas mayores solas la cercanía de las comunidades eclesiales", ya que es posible superar el aislamiento de las personas mayores, incluso observando rigurosamente las normas sanitarias en relación al Covid-19.

No abandonar a los ancianos en esta pandemia

La pandemia ha afectado en modo particularmente duro a las personas mayores y ha interrumpido los ya débiles lazos entre las generaciones, pero respetar el distanciamiento no quiere decir aceptar un destino de soledad y abandono.

Llega virtualmente con una llamada, foto o video

Es por ello que, en esta fase de la campaña, y respetando las normas de salud en vigor en los distintos países, 

De ahí que la invitación del Dicasterio sea concreta: 

Hashtag #Sendyourhug

Asimismo, esta iniciativa se difunde en redes con el hashtag 

Tal como se lee en el comunicado, "Nuestra esperanza es que, también desde esta campaña, se pueda cumplir el deseo del Papa Francisco, que escribió: 

Finalmente, recordamos las palabras del Santo Padre a la hora del Ángelus, el domingo 26 de julio en la Plaza de San Pedro:

“En la memoria de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, quisiera invitar a los jóvenes a realizar un gesto de ternura hacia los ancianos, sobre todo a los que están más solos, en las casas y en las residencias, los que desde hace muchos meses no ven a sus seres queridos. ¡Queridos jóvenes, cada uno de estos ancianos es vuestro abuelo! ¡No les dejéis solos! Usad la fantasía del amor, haced llamadas, videollamadas, enviad mensajes, escuchadlos y, donde sea posible respetando las normas sanitarias, id a visitarlos. Enviadles un abrazo. Ellos son vuestras raíces. Un árbol separado de las raíces no crece, no da flores ni frutos. Por esto es importante la unión y la conexión con vuestras raíces. “Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”, dice un poeta de mi patria. Por esto os invito a dar un aplauso grande a nuestros abuelos, ¡todos!”




"LAUDATO SÍ", Un regalo para la humanidad!



Haga click:

https://youtu.be/D7aVV4aQnbA


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El Papa sobre los migrantes: inimaginable el infierno en los campos de detención
“Lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”, ya sea “para bien o para mal”: lo recordó el Papa en su homilía en la Misa en el 7º Aniversario de su visita a Lampedusa. “Esta advertencia es hoy de gran actualidad”, dijo, afirmando, por otra parte, que lo que está pasando hoy con Libia es una versión "destilada" de la realidad.
Lo que nos dicen de Libia es una versión “destilada”: es un "infierno inimaginable" el que viven los migrantes en los campos de detención. El Papa Francisco quiso celebrar, como el año pasado, una Misa en el Aniversario de su Viaje a Lampedusa. Lo hizo, en esta ocasión, en la

Casa de Santa Marta. A siete años de aquel viaje que marcó los inicios de su pontificado, y con el cual tendió uno de los ejes que demostrarían, a lo largo de estos años, su especial atención por las periferias existenciales, desarrolló su homilía partiendo del salmo responsorial de hoy, que invita “a una búsqueda constante del rostro del Señor”. Una búsqueda que “constituye una actitud fundamental en la vida del creyente, que ha entendido que el objetivo final de la existencia es el encuentro con Dios”. Y una búsqueda que también es “una garantía de éxito de nuestro viaje en este mundo, que es un éxodo hacia la verdadera Tierra prometida, la Patria celestial”.  

La cultura del bienestar nos hace insensibles al grito de los otros
El Santo Padre continuó con la primera lectura, que habla del pueblo de Israel que había perdido de vista la Tierra prometida “y deambulaba por el desierto de la iniquidad”:  la prosperidad y la riqueza abundante – señaló – habían alejado del Señor el corazón de los israelitas y lo habían llenado de falsedad e injusticia.
Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos. «La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión, ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia» (Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013).
Es por eso que la exhortación de Oseas llega hoy “como una invitación renovada a la conversión - añadió -, a volver nuestros ojos al Señor para ver su rostro”.


Siembren justicia y cosecharán misericordia; preparen sus tierras para la siembra, pues ya es tiempo de buscar al Señor, para que venga y llueva la salvación sobre ustedes. (Os 10, 12)

Hoy podemos encontrar el rostro de Jesús
Recordando luego la gracia de los apóstoles que pudieron encontrar físicamente a Jesucristo, Francisco aseguró que se trata de un encuentro que “es posible también para nosotros, discípulos del tercer milenio”. Un encuentro que es “un tiempo de gracia y salvación” que “lleva a la misión”, pues, es Jesús quien llama hoy a nuestra puerta “hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos, pidiendo que se le permita desembarcar”
Si todavía tuviéramos alguna duda, es su clara palabra: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt 25,40)

Lo que nos dicen de Libia es una versión “destilada”
En la parte final de su reflexión Francisco recordó el séptimo aniversario de su visita a Lampedusa, y, a partir de su experiencia, dio un importante mensaje al mundo: lo que nos dicen de Libia es una versión “destilada” de la realidad
Hoy se cumple el séptimo aniversario de mi visita a Lampedusa. […]Recuerdo ese día, hace siete años, en el sur de Europa, en esa isla... Algunas personas me contaron sus historias, cuánto habían sufrido para llegar allí. Y había intérpretes. Uno de ellos contó cosas terribles en su propio idioma, y el intérprete pareció traducir bien, pero aquel hablaba mucho y la traducción fue corta. "Bueno - pensé - se ve que este lenguaje tiene giros más largos para expresarse". Cuando volví a casa, por la tarde, en la recepción, estaba una señora - paz a su alma, se ha ido - que era hija de etíopes. Ella entendía el idioma y había visto el encuentro en la televisión. Y me dijo esto: "Mire, lo que le dijo el traductor etíope no es ni siquiera la cuarta parte de las torturas, de los sufrimientos que ellos vivieron". Me dieron la versión "destilada". Eso es lo que está pasando hoy con Libia: nos están dando una versión "destilada". La guerra es fea, lo sabemos, pero no se imaginan el infierno que se vive allí, en esos campos de detención. Y esta gente venía sólo con la esperanza de atravesar el mar.

El Sumo Pontífice concluyó la homilía invocando a la Virgen María, en su advocación 


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 106 JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO
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Como Jesucristo, obligados a huir.
A principios de año, en mi discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, señalé entre los retos del mundo contemporáneo el drama de los desplazados internos: «Las fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las necesidades de los desplazados» (9 enero 2020).
La Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha publicado las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados Internos” (Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2020) un documento que desea inspirar y animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto.
Por ello, decidí dedicar este Mensaje al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado. De hecho, esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero «este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).
A la luz de los trágicos acontecimientos que han caracterizado el año 2020, extiendo este Mensaje, dedicado a los desplazados internos, a todos los que han experimentado y siguen aún hoy viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a causa del COVID-19.
Quisiera comenzar refiriéndome a la escena que inspiró al papa Pío XII en la redacción de la Constitución Apostólica Exsul Familia (1 agosto 1952). En la huida a Egipto, el niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de desplazado y refugiado, «marcada por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias» (Ángelus, 29 diciembre 2013). Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.
Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, «incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua» (Homilía, 15 febrero 2019). Se trata de un reto pastoral al que estamos llamados a responder con los cuatro verbos que señalé en el Mensaje para esta misma Jornada en 2018: acoger, proteger, promover e integrar. A estos cuatro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.
Es necesario conocer para comprender. El conocimiento es un paso necesario hacia la comprensión del otro. Lo enseña Jesús mismo en el episodio de los discípulos de Emaús: «Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo» (Lc 24,15-16). Cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados.
Hay que hacerse prójimo para servir. Parece algo obvio, pero a menudo no lo es. «Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó» (Lc 10,33-34). Los miedos y los prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden “acercarnos como prójimos” y servirles con amor. Acercarse al prójimo significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses. Este estar cerca para servir, va más allá del estricto sentido del deber. El ejemplo más grande nos lo dejó Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto, se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13,1-15).
Para reconciliarse se requiere escuchar. Nos lo enseña Dios mismo, que quiso escuchar el gemido de la humanidad con oídos humanos, enviando a su Hijo al mundo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él […] tenga vida eterna» (Jn 3,16-17). El amor, el que reconcilia y salva, empieza por una escucha activa. En el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Sólo a través de una escucha humilde y atenta podremos llegar a reconciliarnos de verdad. Durante el 2020, el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles. Un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia.
Para crecer hay que compartir. Para la primera comunidad cristiana, la acción de compartir era uno de sus pilares fundamentales: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común» (Hch 4,32). Dios no quiso que los recursos de nuestro planeta beneficiaran únicamente a unos pocos. ¡No, el Señor no quiso esto! Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo. Para crecer realmente, debemos crecer juntos, compartiendo lo que tenemos, como ese muchacho que le ofreció a Jesús cinco panes de cebada y dos peces… ¡Y fueron suficientes para cinco mil personas! (cf. Jn 6,1-15).
Se necesita involucrar para promover. Así hizo Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4,1-30). El Señor se acercó, la escuchó, habló a su corazón, para después guiarla hacia la verdad y transformarla en anunciadora de la buena nueva: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?» (v. 29). A veces, el impulso de servir a los demás nos impide ver sus riquezas. Si queremos realmente promover a las personas a quienes ofrecemos asistencia, tenemos que involucrarlas y hacerlas protagonistas de su propio rescate. La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis. Debemos «motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad» (Meditación en la Plaza de San Pedro, 27 marzo 2020).
Es indispensable colaborar para construir. Esto es lo que el apóstol san Pablo recomienda a la comunidad de Corinto: «Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que digáis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir» (1 Co 1,10). La construcción del Reino de Dios es un compromiso común de todos los cristianos y por eso se requiere que aprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar por los celos, las discordias y las divisiones. Y en el actual contexto, es necesario reiterar que: «Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020). Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie.
Quisiera concluir con una oración sugerida por el ejemplo de san José, de manera especial cuando se vio obligado a huir a Egipto para salvar al Niño.
Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados.
Concédenos, también a nosotros, experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que, empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino, como refugiados, hacia lugares más seguros.
Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, el valor en la prueba.
Da a quienes los acogen un poco de la ternura de este padre justo y sabio, que amó a Jesús como un verdadero hijo y sostuvo a María a lo largo del camino.
Él, que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos, pueda proveer de lo necesario a quienes la vida les ha quitado todo, y darles la dignidad de un trabajo y la serenidad de un hogar.
Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que san José salvó al huir a Egipto, y por intercesión de la Virgen María, a quien amó como esposo fiel según tu voluntad. Amén.
Roma, San Juan de Letrán, 13 de mayo de 2020, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Fátima.

Francisco

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