4. El Dios que nos revela Jesucristo
Jesús, que en la plenitud de los tiempos es enviado a comunicarnos la Revelación definitiva de Dios, descorrió el velo del misterio y nos enseñó que Dios es Padre. El nombre de Padre significa que Dios es origen primero de todo y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Significa que nos llama a ser hijos, que nos ama con un amor eterno y que podemos invocarlo con toda confianza, con actitud filial. El apóstol Pablo nos enseña que: Ustedes no recibieron un espíritu de esclavos para volver al temor, sino que recibieron el Espíritu que los hace hijos adoptivos y que los mueve a exclamar: Abba, Padre (Romanos 8,15)
Por otra parte, Jesús expresa una estrecha relación con su Padre. Es más, se identifica con su Padre y se revela como un solo Dios con Él. Cuando el apóstol Felipe le dice que les muestre al Padre, Jesús le contesta: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices: muéstranos al Padre?” (Juan 14,9). Y cuando le preguntan dónde está su Padre, Jesús les contesta: Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre (Juan 8,19).
Por eso, los apóstoles confiesan a Jesús como el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios (Juan 1,1). Por otra parte, antes de su Pascua, anuncia el envío del Espíritu Santo que estará con sus discípulos y que es revelado como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre. El envío de la persona del Espíritu después de la Resurrección (Juan 7,39) revela en plenitud a Dios como misterio de la Santísima Trinidad. Dios es uno y Trino, un solo Dios en tres personas. Dios es comunidad. La revelación de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo.
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