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Quinto Día

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Noveno Día






SEÑAL DE LA CRUZ

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Por la señal de la santa Cruz,

De nuestros enemigos

Líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


¿Cómo hacer la Señal de la Cruz? 


¿Qué significa?


1. Es un sacramental: Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia (no inventado por ella) cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida. (5)

2. Es un signo de nuestra redención, y un emblema del amor de Dios hacia los hombres. (Un signo es algo que nos revela sensorialmente una realidad ulterior).

3. Es un símbolo de pertenencia a Dios por el bautismo. (Un signo “significa” algo, y un símbolo “simboliza” algo. Los signos pueden ser comprendidos por los seres humanos y, algunos, por los animales; los símbolos no. Los signos señalan; son específicos de un cometido o una circunstancia. Los símbolos tienen un significado más amplio y menos concreto como el símbolo de los apóstoles, “El credo”).

4. Es un arma contra la tentación, y acechanzas del demonio.

5. Al hacer el signo de la cruz estamos profesando nuestra fe al crucificado, (como cuando nos signamos al pasar un templo católico).

“El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades.” (6)

¿Que no es?


- No es algo mágico, pese a que es un signo poderoso para ser usado en modo supersticioso.


- No es para usarse en público, sino en nuestra relación personal con Dios, independientemente de que nos identifique como cristianos católicos.


- No es para hacerse a la carrera, o en garabato.


Santiguar, signar o persignar, ¿cuál es la diferencia?

Del catecismo escrito por el P. Gaspar Astete:

P.: ¿QUÉ COSA ES SIGNAR?
R: Hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha, la primera en la frente; la segunda, en la boca; la tercera, en los pechos, hablando con Dios nuestro Señor.

P.: Mostrad cómo.
R.: Por la señal de la santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos Señor Dios nuestro +

P.: ¿Por qué os signáis en la frente?
R: Porque nos libre Dios de los malos pensamientos.

P.: ¿Por qué en la boca?
R: Porque nos libre Dios de las malas palabras.

P.: ¿Por qué en el pecho?
R: Porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.

P.: ¿QUÉ COSA ES SANTIGUAR?
R: Es hacer una cruz con los dos dedos de la mano derecha desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho invocando a la Santísima Trinidad. (O cuando el sacerdote da la bendición final)

P.: Mostrad cómo.
R: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. (7)

En Latín:
"In nomine Patris" ("En el nombre del Padre")

"et Filii" ("y del Hijo")

"et Spiritus Sancti" ("y del Espíritu Santo").

PERSIGNARSE: Significa hacer una combinación de ambas señales anteriores, es decir de signarse y santiguarse, (como cuando se va a proclamar el Evangelio).


“Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos,
líbranos Señor Dios nuestro.
En el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.”

Es como si dijéramos: "atención, en este momento nos va a hablar Cristo Jesús, nuestro Señor, al que pertenecemos desde el Bautismo.

Cuando trazamos la cruz por nuestro cuerpo, hacemos la invocación a nuestro Dios, al Padre, Su Hijo y el Espíritu Santo, es un signo de nuestra de la fe y de la Iglesia; es por tanto un "mini-credo", que afirma nuestra creencia en el Dios uno y trino, y una oración por la que uno Lo invoca. Con las debidas disposiciones, una indulgencia parcial se obtiene.

Este es un gesto sencillo pero lleno de significado y muy poderoso, es un signo de pertenencia. Cuando entramos en los templos católicos, para ir a Misa o para orar, generalmente hay pequeños contenedores con agua bendita, con la cual nos signamos, estos representan nuestra pila bautismal. Al signarnos con esta agua bendita estamos recordando que somos cristianos, que Cristo es el origen de mi existencia natural y espiritual, y renovamos nuestras promesas bautismales, rechazando al diablo y a sus tentaciones.


El primero que hizo la "señal de la Cruz" fue el mismo. Cristo, que "extendió sus brazos en la cruz".

¿Cuándo debemos hacer la señal de la cruz, o santiguarnos?
Pues como lo ensañaron los primeros cristianos, y los catecismo, es decir, en todo lugar cuando sea necesario hacerlo.


* Al iniciar el día.
* Al iniciar nuestras oraciones.
* Nos santiguamos en los momentos que necesitamos de fortaleza, invocando a la santísima Trinidad.
* Nos santiguamos para la concientización de nuestra pertenencia a la santísima Trinidad.
* Nos santiguamos al pasar un templo católico en señal de respeto a la presencia Eucarística de Cristo y en el Altar.
* Nos santiguamos cuando recibimos la bendición de un sacerdote para manifestar nuestra humildad a la acción del Espíritu Santo, y lo más adecuado es inclinar la cabeza.

¿Como se debe hacer la señal de la Cruz?
Se debe hacer con todo respeto, reconociendo nuestra finitud ante la majestad divina, no se debe de hacer de un modo mecánico, sin sentido, o apresurado. Tampoco se debe hacer este gesto sin la invocación a la Santísima Trinidad, de lo contrario sería un gesto sin sentido, por tato debe ser hecho este signo de una forma consiente y respetuosa.


¿Haces la Señal de la Cruz?

- Hazla bien.

- Nada de un gesto desfigurado, apresurado, sin ningún sentido.

No.

- Haz una Señal de la Cruz de verdad, lenta, amplia, de la frente al pecho, de un hombro al otro?
¿Sientes cómo te envuelve ese gesto?

Concéntrate.

Reúne en esa Señal, todos tus pensamientos y tu corazón.
Sentirás entonces, cómo te cautiva, te salva, te santifica.

¿Por qué?

Es la señal del Todo, de la Redención.
En la Cruz, Jesús salva a la humanidad entera.
Por ella, santifica a todos los hombres hasta lo más profundo de su ser.

De esa manera hacemos la Señal de la Cruz:

Antes de la oración, para que, acallando los ruidos
nos prepare y nos embargue por entero:
corazón, imaginación, voluntad.

Después de la oración, para que permanezcan en nosotros las gracias recibidas.
En la tentación, para que nos fortalezca.
En el peligro, para que nos proteja.
Para bendecir, para que, la plenitud de la vida divina penetre nuestra alma,
la fecunde y consagre todas sus potencias.

Piensa en esto cuando haces la Señal de la Cruz.
De todos los símbolos, este es el más santo.

Hazla bien, lenta, amplia, con atención. Así envolverá todo tu ser, interior y exterior, pensamientos y voluntad, corazón y sentidos, todo.


Lo fortalecerá, lo santiguará, lo santificará, con la fuerza de Cristo, 

en el nombre de Dios, en tres Personas.


ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.




EXPLICACIÓN DEL PADRE NUESTRO


Uno de sus discípulos le pidió a Jesús que los enseñara a orar y Él lo hizo, enseñándoles la oración del Padrenuestro. Es así como Jesús nos regaló esta oración siendo la oración cristiana fundamental, la que todos nos sabemos, grandes y chicos, la que rezamos en la casa, en el colegio, en la Misa. A esta oración también se le llama “Oración del Señor” porque nos la dejó Cristo y en esta oración pedimos las cosas en el orden que nos convienen. Dios sabe que es lo mejor para nosotros. A través del Padrenuestro vamos a hablar con nuestro Padre Dios. Se trata de vivir las palabras de esta oración, no solo de repetirlas sin fijarnos en lo que estamos diciendo. El Padrenuestro está formado por un saludo y siete peticiones.

SALUDO

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO.
Con esta pequeña frase nos ponemos en presencia de Dios para adorarle, amarle y bendecirle.

¡PADRE!: Al decirle Padre, nosotros nos reconocemos como hijos suyos y tenemos el deseo y el compromiso de portarnos como hijos de Dios, tratar de parecernos a Él. Confiamos en Dios porque es nuestro Padre.

PADRE “NUESTRO”: Al decir Padre Nuestro reconocemos todas las promesas de amor de Dios hacia nosotros. Dios ha querido ser nuestro Padre y Él es un Padre bueno, fiel y que nos ama muchísimo. “Padre Nuestro” porque es mío, de Jesús y de todos los cristianos.

“QUE ESTÁS EN EL CIELO”: El cielo no es un lugar sino una manera de estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede habitar en nosotros si se lo permitimos. Dios no está fuera del mundo, sino que su presencia abarca más allá de todo lo que podemos ver y tocar.

Las siete peticiones

Después de ponernos en presencia de Dios, desde nuestro corazón diremos siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras son para dar gloria al Padre, son los deseos de un hijo que ama a su Padre sobre todas las cosas. Las cuatro últimas le pedimos su ayuda, su gracia.

1.SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Con esto decimos que Dios sea alabado, santificado en cada nación, en cada hombre. Depende de nuestra vida y de nuestra oración que su nombre sea santificado o no. Pedimos que sea santificado por nosotros que estamos en Él, pero también por los otros a los que todavía no les llega la gracia de Dios. Expresamos a Dios nuestro deseo de que todos los hombres lo conozcan y le estén agradecidos por su amor.
Expresamos nuestro deseo de que el nombre de Dios sea pronunicado por todos los hombres de una manera santa, para bendecirlo y no para blasfemar contra él. Nos comprometemos a bendecir el nombre de Dios con nuestra propia vida.

2.VENGA A NOSOTROS TU REINO: Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a hacerlo presente en nuestra vida de todos los días, a tener a Cristo en nosotros para darlo a los demás y así hacer crecer su Reino; y también nos referimos a que esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final del Reino de Dios.
Cristo vino a la Tierra por primera vez como hombre y nació humildemente en un establo. En el fin del mundo, cuando llegue la Resurrección de los muertos y el juicio final, Cristo volverá a venir a la Tierra, pero esta vez como Rey y desde ese momento reinará para siempre sobre todos los hombres. Se trata de ayudar en la Evangelización y conversión de todos los hombres. Hacer apostolado para que todos los hombres lo conozcan, lo amen.
Pedimos el crecimiento del Reino de Dios en nuestras vidas, el retorno de Cristo y la venida final su Reino.

3.HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO: La voluntad de Dios, lo que quiere Dios para nosotros es nuestra salvación, es que lleguemos a estar con Él.
Le pedimos que nuestra voluntad se una a la suya para que en nuestra vida tratemos de salvar a los hombres. Que en la tierra el error sea desterrado, que reine la verdad, que el vicio sea destruido y que florezcan las virtudes.

4.DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA: Al decir “danos” nos estamos dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la que se dirige un hijo a un padre.
Al decir “nuestro pan” nos referimos tanto al pan de comida para satisfacer nuestras necesidades materiales como al pan del alma para satisfacer nuestras necesidades espirituales. En el mundo hay hambre de estos dos tipos, por lo que nosotros podemos ayudar a nuestros hermanos necesitados.

5. PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS:
Los hombres pecamos y nos alejamos de Dios, por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un corazón duro que no perdone los demás.
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN: Este perdón debe nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado.

6. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho para no caer en tentación.

7. Y LÍBRANOS DEL MAL
El mal es Satanás, el ángel rebelde. La pedimos a Dios que nos guarde de las astucias del demonio. Pedimos por los males presentes, pasados y futuros. Pedimos estar en paz y en gracia para la venida de Cristo.

AMÉN: Así sea.

Como te das cuenta, al rezar el Padrenuestro, le pides mucha ayuda a Dios que seguramente Él te va a dar y al mismo tiempo te comprometes a vivir como hijo de Dios.



AVE MARIA

Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora
de nuestra muerte. Amén.




EXPLICACIÓN DEL AVE MARÍA

Está formada por las palabras del ángel de la anunciación y por las palabras establecidas por San Pío V.

Explicación del Ave María

Se trata de la bellísima salutación del Ave María, repetida centenares de veces por todos los devotos de la Virgen, sobre todo durante el rezo del Santo Rosario.

Y sabemos que esta plegaria tiene dos partes.

La primera parte:

Está formada por las palabras del ángel de la anunciación: “Ave, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc. 1,28) , a los que se han agregado las que pronunció Santa Isabel al recibir la visita de su prima María: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1,42) . La Iglesia ha añadido el nombre de “María” al principio y el de “Jesús” al final. ¡Es un himno de sublime alabanza, absolutamente desinteresado, pues no se le pide nada a María!

La segunda parte:

Comenzó a aparecer en la Iglesia en el siglo XIV, pero su uso no se hizo universal hasta que San Pío V, al promulgar el Breviario Romano en 1568, mandó que se rezase:
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”
Una alabanza y una súplica sentida y humilde.

Ave: ¡Dios té salve! ¡La paz sea contigo! Así saludaba Cristo a los suyos.
Hoy correspondería en lenguaje cristiano a estas expresiones populares y devotas: “Dios le guarde, buenos días nos dé Dios, vaya con Dios, quede con Dios, adiós” Es tener presente a Dios en todo, estar bajo su mirada y providencia.

María: la más bella música que han podido formar cinco letras (Pemán). Es una palabra dulcísima, la más tierna y entrañable para un cristiano.


María significa: “Señora”, “Belleza”, “Estrella del mar”, con todo lo que significa “Estrella”: guía, amparo, refugio, esperanza, consuelo, socorro. María es Estrella. Así como la Estrella guía al navegante al puerto, así María nos guía al cielo. Así como la estrella da aliento y esperanza, así María nos da fuerza. Así como la estrella en medio de la tempestad consuela, así María nos alegra en nuestras luchas. La Virgen es nuestra Estrella del mar, que disipa las nubes de los engaños y errores con que nos seduce el demonio. Por eso, el nombre de “María” debemos tenerlo frecuentemente en los labios y en el corazón. También María significa “Mar amargo”, por la inmensidad de sus penas en la pasión de Su Hijo, por la ingratitud de los pecadores, por la tristeza de su condenación.

Llena de gracias: significa abundancia, posesión, permanencia, estado. Llena de gracias en el alma, para obrar de gracia, es decir, de santidad, llena de gracia porque fue habitada por Dios.

El Señor es contigo: indica la presencia de Dios activa y eficaz para la misión encomendada. Esta presencia llena de gozo y alegría. Dios está con Ella. Está invadida de Dios.

Bendita tú entre las mujeres: por ser la Madre de Dios, escogida y preferida... por ser madre y virgen, única entre todas las mujeres... por ser concebida sin pecado original... por ser más santa que todas las mujeres santas del mundo. Por eso, sólo a ella le han levantado en todo el mundo altares, templos y ermitas.

Y bendito el fruto de tu vientre: es Jesús ese fruto. Es un fruto hermoso, sabroso, suculento, suave. Quien lo come quedará saciado. El fruto que nos ofreció Eva fue un fruto de muerte. María nos ofrece el fruto de la Salvación. La fragancia de este bendito fruto, viene exhalada en la Eucaristía.

Jesús: palabra que añadió la Iglesia al final de la 1° parte del Ave María Jesús significa la salvación de Jahvé.

Santa María, Madre de Dios: Así comienza la 2° parte. Santa, Santa porque cumplió fidelísimamente la voluntad de Dios en todo. Ser santos, para eso vinimos a la tierra. Y es Madre de Dios, no madre de un serafín o de un querubín. Madre del Soberano Dios.

Ruega por nosotros: que estamos desterrados en este valle de lágrimas... que somos pecadores... que estamos tentados.

Pecadores: somos pecadores, lo contrario que ella. Pecamos con los ojos, por inmodestia; con el oído, por oír conversaciones vanas: con la lengua, por hablar mal; con el paladar, por gula en los manjares; con la fantasía, por imaginaciones peligrosas; con el entendimiento, por pensar mal, con la memoria, por recuerdos nocivos; con el corazón por malos deseos.

Ahora: en este día, en esta hora en este momento de luz o de oscuridad, de paz o desasosiego, de tentación o de calma. Ahora, cuando camino, cuando me subo al autobús, cuando voy al trabajo, cuando salgo de vacaciones, cuando descanso.

Y en la hora de nuestra muerte: que no sabemos cómo será, si cuándo será, ni cómo nos sorprenderá. Es ese momento el demonio nos traerá el recuerdo de nuestros pecados pasados, el rigor de la justicia divina y la memoria del desprecio de tantas gracias. En la hora de nuestra muerte, cuando el dolor de la enfermedad no nos permita acudir a ti, que tengamos a nuestro lado a un sacerdote que nos absuelva, que nos administre el Viático y nos dé la Unción de enfermos y nos recomiende el alma, y así demos el último suspiro pronunciando tu santo nombre y el de tu Hijo Jesús.

Quien reza fervorosamente el avemaría tendrá la gracia de una santa muerte. No olvidemos al acostarnos las tres Avemarías, prenda segura de una buena muerte.

Amén: así es. Así lo creo
¡Qué hermosa oración!

María, ruega por nosotros.





GLORIA

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo,

Como era en el principio, ahora y siempre,

Por los siglos de los siglos. Amén


SIGNIFICADO DE LA ORACIÓN: GLORIA

Significa a Dios, que se manifiesta en la tierra en tres importantes oportunidades: en la primera oportunidad se manifestó como Padre cuando visitó la tierra andando con MOISÉS, luego se manifestó como el Hijo, asumiendo una naturaleza humana y viviendo entre nosotros como Jesús de Nazaret, trayendo el mensaje de la Gracia, esto sucedió en la Primera Venida; por último, se apareció como el Espíritu Santo en el Bautismo del Jordán en forma de una paloma y en Pentecostés en forma de llamas de fuego. En el tiempo final, en la segunda Venida de Cristo, la gloria se consolida en tres personas y un solo Dios.


YO CONFIESO

Yo confieso ante Dios Todopoderoso,
y ante ustedes hermanos que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.



GLORIA

Gloria a Dios en el cielo,

Y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,

te adoramos, te glorificamos, te damos gracias.

Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único, Jesucristo,

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:

Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;

Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;

Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

Porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor,

sólo tú Altísimo, Jesucristo,

con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.



SÍMBOLO DE LOS APÓSTOLES

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de Santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

La santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna. Amén.



CREDO DE NICEA-CONSTANTINOPLA

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,

nacido del Padre antes de todos los siglos:

Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,

engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,

por quien todo fue hecho;

que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;

padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,

y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,

que procede del Padre y del Hijo,

que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,

y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.



LA SALVE

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,

vida, dulzura y esperanza nuestra.

Dios te salve. A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva,

a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,

vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,

y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,

para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén.



MEDITACIONES SOBRE LA SALVE 

Salve Regina;

Dios te salve, Reina.

La oración comienza con un saludo, como el Ave María. El ángel no tenía necesidad de ganarse la benevolencia de María, pero nosotros sí. Por eso, él dice “Dios te salve, María”, y nosotros “Dios te salve, Reina”. Es una incomprensible búsqueda de la benevolencia. Y María de buen grado se deja llamar Reina, porque todo esto le recuerda la realeza de su Hijo. Cuando escucho las letanías lauretanas cuya música compuso Mozart, me parece notar en aquel “Regina”, que es una explosión firme y dulcísima al mismo tiempo, las voces suplicantes de los hombres y mujeres que recurren a Ella, porque ella lo puede todo. Su realeza deriva de la realeza del Hijo, que está sentado a la derecha de Dios. La realeza de María es conmemorada en el bellísimo mosaico de Santa María en Trastevere. Jesús corona y abraza a María. Se sientan uno junto a otro, en el mismo trono. María participa de la realeza de Jesús. Al mismo tiempo es una madre, tiene el corazón marcado por la compasión hacia sus hijos, compasión que es la misma que ha tenido por su Hijo. Quiere que sus hijos participen de la misma gloria de su Hijo.

“Madre de misericordia”
Después la invocamos como madre.
Es el nombre más importante que podemos colocar junto a María, más importante aún que el de Virgen, el de Inmaculada, el de Reina o el de Asunta al Cielo. Todo esto lo es en vista o por razón de su divina maternidad. Madre de Dios, por esto es madre de misericordia. Dios es misericordia, y ha enviado a su Hijo para revelarlo a todo el mundo, a todos los hombres. Ella es, por tanto, la madre de Aquél que es misericordia (“El nombre de la misericordia es Jesús”, escribió Juan Pablo II en la Dives in Misericordia), es ella la que nos obtiene el perdón de los pecados y las gracias necesarias.

“Vida, dulzura y esperanza nuestra”.
Debemos pensar en María como madre de Jesús, como aquella que nos ha dado y nos da continuamente a Jesús. Ella es, pues, la vida, porque ha llevado en su seno a aquel que es la vida y nos lo ha dado a todos nosotros. Es la dulzura porque Jesús es la dulzura. “Iesu dulcis memoria… sed super mel et omnia… nihil cogitatur dulcius”.
Y es la esperanza, porque nos trae a Aquel que es la esperanza. Giussani ha comentado maravillosamente: tú eres la certeza de nuestra esperanza. “Tu amor por nosotros y por tu Hijo nos da la certeza de que nos darás siempre a tu Hijo y siempre nos arrancarás del mal”.

“A ti recurrimos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”.
La mirada de la oración de María se vuelve ahora a los hombres, a nosotros. Y nos considera bajo dos aspectos: hijos de Eva, y desterrados. Hijos de Eva, esto es, marcados por el pecado original y, por tanto, por los pecados. Estamos marcados por mil heridas, débiles, desorientados, como “ovejas sin pastor”, lejos de la verdad y del bien, lejos de la patria y, por tanto, desterrados. Nuestro mal se convierte en grito, suspiro, invocación. Nuestros suspiros se mezclan con las lágrimas y los gemidos. ¡Qué realista es este pasaje de la oración!
Valle de lágrimas, así es llamado este mundo, esta vida, casi un nombre geográfico y, al mismo tiempo, espiritual.
Deberíamos traducir: valle de las lágrimas, valle marcado por las lágrimas. Las lágrimas son la característica más destacada de esta vida: lágrimas de angustia, de miedo, lágrimas de quien ha sido abandonado, maltratado, burlado, golpeado, forzado, lágrimas de quien no tiene ya a nadie, de quien tiene hambre, de quien tiene frío, de quien ha sufrido la injusticia. Las lágrimas se convierten en invocación de liberación, de rescate. Se entra así en la realidad de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los que lloráis”.

“Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.
La oración se vuelve ahora a María llamándola abogada. También el Espíritu Santo es llamado abogado en el Evangelio de Juan. Es abogado de Jesús ante el Padre, nuestro abogado ante el Pare. Así sucede con María: ella interviene en nuestro favor para cambiar, para alejar de nosotros la justa ira del Padre. Como en toda buena familia, la madre suplica al padre que no sea demasiado duro con los hijos. Saca del padre aquel lado misericordioso que él ya tiene dentro de sí, pero se ve acentuado por el afecto de la madre por los hijos.
Por estas palabras se ve cuánto meditó Dante la Salve. Los ojos de María, vueltos primero hacia el Padre para suplicarle, se vuelven ahora hacia nosotros, para darnos la certeza de su asistencia, de su perdón, de su afecto. Como en Dante, es un triángulo de afectos, en cuyo centro están los ojos y el corazón de María.

“Muéstranos, después de este destierro, a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clementísima; oh, piadosa; oh, dulce virgen María”.
Hay un punto hacia el cual tiende toda la oración, como una flecha hacia su objetivo: mostrarnos a Jesús. La Salve es como una invocación a María para que nos muestre a Jesús. María, desde siempre ha sido vista por el pueblo como aquella que trae a Jesús, que nos señala a Jesús, que revela a Jesús.
Igual que lo engendró en un tiempo, fruto bendito de su vientre, así ahora lo engendra en quien se lo pide, para hacernos salir de nuestro exilio.


LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS

1.     Amar a Dios sobre todas las cosas.

2.     No tomar el nombre de Dios en vano.

3.     Santificar las fiestas.

4.     Honrar padre y madre.

5.     No matar  (amar la vida)

6.     No cometer actos impuros (respetar el sexo)

7.     No robar (respetar los bienes creados)

8.     No levantar falso testimonio ni mentir (amar la verdad)

9.     No consentir pensamientos ni deseos impuros

10.  No codiciar los bienes ajenos.



LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

1.     Oir Misa entera los domingos y fies­tas de  guardar.

2.     Confesar los pecados al menos una vez al año, y en peligro de muerte.

3.     Comulgar al menos una vez al año y por Pascua de Resurrección.

4.     Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la santa madre Iglesia (actualmente es el Miércoles de Ceniza, y el Viernes Santo)

5.     Ayudar a la Iglesia en sus necesi­dades.




LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

1.     BAUTISMO

2.     CONFIRMACIÓN

3.     EUCARISTÍA o COMUNIÓN

4.     CONFESIÓN, PENITENCIA o RECONCILIACIÓN

5.     UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

6.     MATRIMONIO

7.     ORDEN SACERDOTAL







AMAR AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO:

LAS OBRAS DE MISERICORDIA


7 Corporales:

  • Dar de comer al hambriento
  • Dar de beber al sediento
  • Vestir al desnudo
  • Dar posada al peregrino
  • Visitar a los enfermos
  • Visitar a los presos
  • Enterrar a los muertos


7 Espirituales:

  • Instruir al que no sabe
  • Aconsejar al que lo necesita
  • Consolar a los tristes
  • Corregir al que hierra
  • Perdonar a los que nos ofenden
  • Rezar por los enemigos
  • Sufrir con paciencia las adversi­dades





El Magníficat - PSF


Magníficat (Lc 1, 46 - 55) 


Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre.


MEDITACIÓN


Con los escasos indicios que nos proporciona la lectio podemos comprender la riqueza de la oración del Magníficat, que podría ser analizada palabra por palabra, verificando las referencias bíblicas al Antiguo y al Nuevo Testamento, para saborearla en toda su profundidad teológica y espiritual.

Para la meditación propongo algunos puntos que sirvan para interiorizar dicha oración, y me fijo especialmente en cinco expresiones que podéis contemplar después ante la Eucaristía.

1. El culmen de la libertad humana

Dichosa tú por haber creído (Lc 1,45). Vinculando esta expresión de Isabel dirigida a María con la de Jesús dirigida a Tomás «dichosos los que crean» (Jn 20,29), vemos cómo esta bienaventuranza, que interesa a toda la humanidad, designa el culmen de la libertad humana: es dichoso y feliz y realiza el designio de Dios quien alcanza la plenitud de su vocación. La libertad humana está hecha para la fe, en la que obtiene su perfección y su culminación.

Profundizando en los versículos de Lucas y de Juan, podemos afirmar que la libertad humana se verifica entrando en una relación de confianza con los demás y entregándose a ellos, y se deteriora cuando se encierra en sí misma. La libertad no es calculadora (do ut des), sino que se realiza en el amor, que exige siempre gratuidad. Y sólo Dios es merecedor de un abandono y una confianza sin condiciones ni límites, porque en Él la libertad humana puede realmente expresar por completo su voluntad de entrega. Pero la fe desnuda e incondicionada se purifica a través de la «noche de los sentidos y del espíritu», esa noche magistralmente descrita en las obras de san Juan de la Cruz y en la experiencia de santa Teresa de Jesús.

El hombre se salva, no simplemente obedeciendo a una ley exterior, sino amando, entregándose y creyendo en Dios. María, dichosa por haber creído, es figura antropológica de la vocación humana a la felicidad.

2. Oración de alabanza

Proclama mi alma la grandeza del Señor (v. 46). San Ambrosio, que en su comentario a Lucas escribe: «Esté en cada uno de nosotros el alma de María para glorificar a Dios», nos recuerda que el agradecimiento es la primera expresión de la fe. No lo son, en cambio, la lamentación, la crítica, la amargura, la autocompasión ni el derrotismo, que son actitudes de falta de fe, porque la verdadera fe prorrumpe espontáneamente en la alabanza y el agradecimiento. Alabanza por todo cuanto Dios realiza en nosotros y en el mundo; agradecimiento al reconocernos agraciados y al tomar conciencia de que la misericordia divina «se extiende de generación en generación». Es una invitación a confesar que también muchos discursos eclesiásticos, por así decirlo, muchas recriminaciones y muchas amarguras son fruto de una fe empobrecida.

3. Los ojos de la fe

Ha hecho obras grandes en mi favor (v. 49). Nos preguntamos: ¿cuáles son esas obras grandes? Seguramente María puede intuirlas, por la fe, en el pequeño germen de vida apenas perceptible que lleva en su seno; sin embargo, desde el punto de vista humano no es un hecho extraordinario. Es la fe la que le hace descubrir realidades grandes en cosas pequeñas, realidades definitivas en hechos incipientes, realidades perennes en las realidades efímeras. Mientras que la poca fe nunca está contenta ni satisfecha y querría siempre ver más, la fe verdadera está contenta y reconoce en los más insignificantes signos el poder de Dios.

4. No se encogerá el brazo de Dios

Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación (v. 50). María expresa aquí su fe en la certeza de que no sólo en el pasado y en el presente, sino que tampoco en el futuro decaerá la misericordia del Señor ni se encogerá el brazo de Dios.

Muchas veces hablamos como si la misericordia del Señor se hubiese detenido en los tiempos más gloriosos del cristianismo y no abarcase también a nuestras generaciones. Querríamos retroceder cincuenta años atrás, cuando la gente frecuentaba las iglesias, a la vez que nos asalta la duda y el temor de que el Señor se haya alejado de nosotros. Sin embargo, María proclama «su misericordia de generación en generación». Por otra parte, debemos reconocer que, si miramos a nuestro alrededor con los ojos sencillos y limpios de la fe, podemos percibir la misericordia de Dios en favor nuestro y descubrir a veces sus signos sensibles.

Reflexionaba yo estos días sobre las figuras significativas con que el Señor ha regalado últimamente a la Iglesia local de Milán: (...). Son personas que han sido conocidas y tratadas por muchos de nuestros fieles.

El Señor continúa, pues, actuando, y sólo la fe puede hacernos conscientes de su cercanía y de su presencia.

5. Dios cuida de su pueblo

Ha auxiliado a Israel, su siervo (v. 54). Cuidó -paidòs autou- de su hijo y siervo Israel, como cuidó de María su sierva («se ha fijado en la humillación de su esclava»).

El verbo «cuidar» aparece en otros pasajes del Nuevo Testamento: «El Espíritu cuida de nuestra debilidad» (Rm 8,27); «No cuida de los ángeles, sino de los hijos de Abraham» (Heb 2,16). La solicitud por Israel es, por consiguiente, una característica de Dios: lo fue, efectivamente, en los momentos dramáticos del pueblo hebreo a lo largo de los siglos, y no ha decrecido. Por eso debe ser también una característica propia de todos cuantos sienten como María y con María; y por eso la relación con Israel es una importante y valiosa piedra de toque en la vida de la Iglesia: como el Señor cuida de Israel su siervo, también la Iglesia y la humanidad deben cuidar de él, deben seguir expresando de algún modo el amor de Dios a ese pueblo, a pesar de todas las dificultades y hasta malentendidos que ello pueda acarrear. La relación del Señor con Israel está inequívocamente en el corazón mismo del Magníficat, al que hay que acudir para reflexionar sobre sus terribles destinos históricos sucesivos.

«María, hija de Sión, Madre de Jesús y de la Iglesia, concédenos entrar en el misterio de tu fe y de tu alabanza y percibir cómo miras a tu pueblo, a la humanidad y a la historia».




ACTO DE CONTRICIÓN

 Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.

Amén.
LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

-Señor, ten piedad de nosotros.                                            Señor, ten piedad de nosotros.
-Cristo, ten piedad de nosotros.                                            Cristo, ten piedad de nosotros.
-Señor, ten piedad de nosotros.                                            Señor, ten piedad de nosotros.
-Cristo, óyenos.                                                                     Cristo, óyenos.
-Cristo, escúchanos.                                                             Cristo, escúchanos.

-Dios, Padre Celestial,                                                          Ten piedad de nosotros.
-Dios Hijo, Redentor del mundo,                                                     
-Dios, Espíritu Santo,                                                                       
-Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,                        
-Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,                                     
-Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,   
-Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,        
-Corazón de Jesús, de infinita majestad,                                        
-Corazón de Jesús, templo santo de Dios,                                     
-Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,                                 
-Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,                      
-Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,                              
-Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,                  
-Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,                            
-Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,                          
-Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,                                  
-Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,            
-Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia,   
-Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad,                                       
-Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,                     
-Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,         
-Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados,                    
-Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia,                    
-Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan,        
-Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,                               
-Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,                
-Corazón de Jesús, colmado de oprobios,                                      
-Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,                      
-Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,                   
-Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,                               
-Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,                                 
-Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,                           
-Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,                          
-Corazón de Jesús, víctima por los pecadores,                              
-Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan,                 
-Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren,                
-Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,                             

-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Perdónanos Señor.
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Óyenos Señor.
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros.
-Jesús, manso y humilde de Corazón,                                 Haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oremos  Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores Él te ofrece, y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.





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