EL PECADO ROMPE LA ARMONIA (I)

 1.     1. ¿Por qué existe el mal?


¿Quién no se ha hecho alguna vez esta pregunta? Si Dios es tan bueno y es Todopoderoso, ¿por qué existen tantos pobres, tantas enfermedades, tantas injusticias? ¿Por qué triunfan los malos? ¿Por qué los poderosos de este mundo se unen y quedan tantas personas marginadas y excluidas de los bienes que son de todos? Muchas personas mueren diariamente de hambre mientras otras destruyen alimentos para mantener su precio en el mercado. Otros, gastan millones de dólares en la construcción y en el comercio de las armas…

 2.  2.  El mal brota del interior del ser humano

Efectivamente, la raíz del pecado y del mal está en el corazón del ser humano, en su libre voluntad. Esta es la enseñanza el Señor. En efecto, “del corazón proceden los malos deseos, asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes. Esas son las cosas que hacen impuro al hombre” (15,19-20). El hombre y la mujer son fundamentalmente buenos porque así fueron creados por Dios. ¿Por qué entonces estamos inclinados al mal? Porque abusamos de la libertad que Dios nos dio, nos dejamos seducir por el mal, optamos por el pecado y rechazamos a Dios. Dios, que nos creó libres, aunque lo rechacemos y no queramos obedecerlo, respeta nuestra libertad. Sin embargo, el rechazar a Dios tiene siempre sus consecuencias y deja en la persona la sensación de fracaso, de deshumanización. Esto es lo que nos narra, con un lenguaje simbólico, el libro del Génesis en relación con el pecado de nuestros primeros padres: “Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno para comer, hermoso a la visa y deseable para adquirir sabiduría. Así que tomó de su fruto y comió; se lo dio también a su marido, que estaba junto a ella y él también comió. Entonces se les abrieron los ojos, se dieron cuenta de que estaban desnudos, entrelazaron hojas de higuera y se taparon con ella (Génesis 3,6-7)

¿Qué entendemos, entonces, por el pecado? Cuando las personas nos dejamos dominar por el orgullo, la ambición, el egoísmo, las pasiones, el odio, ya no reconocemos a Dios como a nuestro Padre y Creador. Nosotros mismos queremos ser “dioses”.

  • El pecado es una ruptura con Dios y con los hermanos. 
  • El pecado es un acto personal, libre, consciente t concreto, con el que se rechaza el proyecto de amor del Padre.

3. La ofensa a Dios y al prójimo puede ser grave o leve

·        Entendemos por pecado venial aquel con el que ofendemos levemente a Dios y debilitamos el amor el amor en nuestro corazón. Puede darse también cuando desobedecemos la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento. No podemos ver con ligereza el pecado venial, por el solo hecho de que no significa “ruptura con Dios”, porque este pecado leve debilita nuestra vida cristiana, impide que avancemos en el camio del bien, y puede predisponernos a cometer pecados graves.

·        El pecado grave o mortal aparta a la persona de Dios, porque con una infracción grave a la ley de Dios destruye la caridad de su corazón. Para que un pecado sea mortal, se requieren tres condiciones

1.      Materia grave, con relación a uno o varios de los Diez Mandamientos de Dios;

2.      Pleno conocimiento; esto es, saber y entender que hacemos un mal grave;

3.      Deliberado consentimiento; es decir, querer hacerlo, a pesar de sus consecuencias.

 

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