PERO EL PECADO ROMPE LA ARMONIA (II)

 

Es preciso diferenciar también ciertas situaciones o condiciones que hacen que un pecado sea más grave que otro. Valgan, para establecer estas diferencias, algunos ejemplos: no es lo mismo quitarle la vida a una persona, que quitarle una cosa; tampoco tiene el mismo grado de gravedad causar una lesión a una persona desconocida, que causársela a los propios padres; no es lo mismo robar para dar de comer a los hijos, que hacerlo para saciar la ambición de tener algo. También es preciso recordar que si bien el pecado es un acto personal, tenemos responsabilidad cuando, de diversas manera, cooperamos o facilitamos, o peor, inducimos a otros a cometer pecado.

En la vida de la Iglesia se han identificado como pecados capitales aquellos que son causa, o que generan otros pecados y vicios. A ellos, desde la experiencia cristiana se han contrapuesto las virtudes mediante las cuales podemos neutralizar estas “raíces del mar”.  


Dado que todo nuestro ser está, en cuanto a la semejanza con su Creador, en armonía, cualquier desorden en él ofende a Dios. Por eso en la oración “Yo confieso” pedimos perdón por nuestros pecados cometidos
  • Con los pensamientos
  • Con las palabras
  • Con las obras 
  • Y mediante omisiones; esto es dejando de hacer un bien prescrito en la Ley de Dios, o incluido en la responsabilidad propia de cada persona.

3.    4. El pecado tiene sus consecuencias

Dios respeta nuestra libertad, pero nosotros hemos de atenernos a las consecuencias de su mal uso. Al entrar en ruptura con Dios, perdemos la dicha de vivir en su amistad con los demás. El mismo libro del Génesis narra así las consecuencias del pecado de nuestros primeros padres: “Al hombre le dijo: Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol que Yo te había prohibido comer: Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacará de ella tu aliento todos los días de tu vida. Espinas y cardos te dará, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Porqu eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3,17-19).

Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la santidad y la justicia originales que había recibido de Dios, no solamente para él, sino par todos los humanos. Por eso, el pecado de nuestros primeros padres afecta a todos por igual. Ellos transmitieron a su descendencia la naturaleza humana herida por su primer pecado, privado por tanto de la santidad y la justicia originales. Esta privación es llamada “pecado original”. Como consecuencia de ese pecado, los seres humanos quedamos debilitados de nuestra fuerza, sometidos a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinados al pecado. A esa inclinación se le llama concupiscencia (Romanos 7,7-8.15-16).

En definitiva, el pecado produce desequilibrio en la humanidad, porque impide que nos tratemos como hermanos, se opone a que vivamos unidos y a que nos ayudemos. Más bien nos lleva a desunirnos, a malquerernos y a maltratarnos. Entre otros aspectos, e pecado:

  • Hiere la naturaleza del ser humano y atenta contra la solicitud humana.
  • Rechaza el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones.
  •  Ocasiona la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, que es la participación en la misma vida de Dios.
  • Convierte a los pecadores en cómplices unos de otros.
  • Promueve la concupiscencia, la violencia y la injusticia.
  • Rompe la armonía con la creación.

 

 

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