Los profetas, voces de fidelidad y esperanza (1)

Dios nos acompaña y nos guía

 

Con frecuencia en nuestra vida nos encontramos con determinados conflictos (violencia, odios, enfrentamientos, altercados, desencuentros, etc.) ante los que no vislumbramos vías de fácil solución. En tales momentos nos gustaría, aunque no resulta sencillo, que nos asistiera alguien conocedor de la situación, una persona serena y lúcida, libre y conciliadora; una persona positiva, que habndonos desde el corazón, nos infundiera esperanza abriéndonos caminos de solución. Ese tipo de persona son necesarias, sobre todo en momentos de desorientación y de crisis, sean del tipo que sean: crisis de valores, conflictos familiares, generacionales, laborales, etc. Pero siendo difícil encontrar un “salvador, por llamarlo de alguna manera, es n mayor nuestro propio problema de incapacidad para escucharle objetivamente, sin adulterar su mensaje interpretándolo según nuestra conveniencia e intereses egoístas.

 

En la historia de la salvación la fidelidad y la entrega gratuita de Dios, al sellar su Alianza, no fueron siempre correspondidas por Israel. En el pueblo se asentaron serias amenazas de romper con Dios al hacerse presentes la tentación de idolatría, las injusticias con los pobres, la desconfianza en Él en situaciones adversas, etc. No obstante, Dios suscitó y se sirvió de un “resto” fiel, de un puñado de personas de fe inquebrantable que mantuvieron vivo el espíritu de la Alianza. Se trata del grupo de los profetas, hombres maravillosos que fueron verdaderos faros de esperanza en la noche: Hacéis bien en dejaros iluminar por la palabra de los profetas, pues es como una lámpara que alumbra en la oscuridad (2 Pe 2,19ss). Los profetas son mucho más que meros vaticinadores” del futuro; son ante todo hombres del Espíritu que estimulan la fidelidad del pueblo a Dios. Sus características primordiales son:  

1) Denuncian las situaciones de pecado, sus graves y consecuentes males, y anuncian la intervención salvadora de Dios;

2) Son hombres auténticos y valientes que hablan a todos, personas e instituciones, unas veces con ternura y otras tocando heridas;

3) Hablan sobre todos los aspectos de la vida civil y religiosa;

4) Interpretan la realidad desde el plan de Dios, destinado no lo a Israel sino a la humanidad, anunciando un Mesías santo, “Siervo de Yahvé, que pond en marcha un nuevo pueblo de Dios;

5) Su vocación nace de una llamada y luz interior, que les impulsa a hablar en nombre de Dios, incluso a riesgo de su vida.

 

Los profetas son personas que elegidos y seducidos por Dios y por su acción salvadora brillaron sembrando la esperanza en determinados tiempos de la historia de Israel. Recordamos algunos de sus nombres como Samuel, Elías, Eliseo, Oseas, Amós, Isaías, Jeremías durante todo el período monárquico (s. X y VI a. de Cristo); A Ezequiel y Daniel, durante el destierro de Babilonia; a Zacarías y Malaquías tras el retorno del mismo; y tras cinco siglos sin escuchar la voz de los profetas, aparece Juan el Bautista, “voz que clama en el desierto” como precursor del  Profeta “lucero del alba” como llama San Pedro (2 Pe 2,20) al Mesías anunciado, Jesús de Nazaret.

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