DIOS NOS OFRECE SU ALIANZA (II)

 1.      Jesús ha venido a restablecer la Alianza de Dios con nosotros

Fue muy profunda la enemistad que nos dejó la herida del primer pecado. Pero Dios nunca dejó de velar y de estar cerca, con el único fin de establecer la relación plena ente Él y sus criaturas; es decir, la Alianza. Esta cercanía de Dios vuelve a ser real en la persona de Jesús Muerto y Resucitado. Él es quien une el cielo y la tierra y con su propio cuerpo elimina la distancia puesta por el pecado ente Dios y la humanidad.

A través del texto del evangelista Lucas (15,11-20) que llamamos del “Padre Misericordioso” o “del hijo pródigo”, podemos entender mejor la magnitud de la ruptura del ser humano con Dios Padre; la humildad de su retorno y la generosa actitud del Padre, que vuelve a hacer alianza con su hijo.

Dios renueva la Alianza, aun cuando el pueblo es infiel. A alianza implica restablecer la armonía con Él y la hermandad entre sus hijos. Esa Alianza es también expresión de liberación integral del mal; es decir, la liberación integral del pecado y de sus consecuencias. Dios está siempre dispuesto a perdonarnos, a darnos su confianza y a devolvernos su amistad y la alegría de ser hijos suyos. Y lo hace porque nos ama de verdad, y espera que su amor sea correspondido de nuestra parte con un amor capaz de reconocer la falta, de arrepentirse, de reparar el mal y volver a Él con humildad. Jesús vino a explicarnos todo esto, y nos da a entender que Dios se alegra cuando volvemos a Él. “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dio, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse” (Lucas 15,7).

Sin embargo, la obra de la reconciliación no será nunca completa si no la buscamos también entre nosotros. No podemos entrar en amistad con Dios si no lo haceos también con los hermanos. Jesús llama a practicar la misericordia antes de presentar la ofrenda a Dios en el altar: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mateo 5,24). Y el apóstol Pablo escribía a los cristianos de Éfeso: “Sean más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros, y perdónense mutuamente, como Dios los ha perdonado por medio de Cristo” (Efesio 4,32).

Nuestra inmadurez como personas cristianas se manifiesta cuando somos incapaces de hacer las paces con los que nos rodean y más bien buscamos el conflicto, la división, la falta de comunión con los otros. Cuando, por la gracia de Dios, estamos abiertos a la reconciliación y a la armonía, al estilo de Jesús, expresamos nuestro grado de madurez cristiana.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario